Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente de cristal;
era, a su borde asomada,
una rosa inmaculada de un rosal.
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro para él.
A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:
- Rosa, la más delicada
que por mi amor cultivada nunca fue;
rosa, la más encendida
la más fragante y pulida que cuidé;
blanca estrella que del cielo,
curiosa de ver el suelo, resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa no llegó.
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
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